Bad Bunny arrancó el viernes pasado una serie histórica de 30 conciertos en el Coliseo de Puerto Rico, con fechas agotadas hasta el 14 de septiembre. Desde el escenario, el artista dejó en claro su postura: denunció el colonialismo estadounidense y reivindicó la identidad y la soberanía puertorriqueñas.

La residencia, llamada “No me quiero ir de aquí”, trasciende la música. Con impactantes mensajes visuales desde el primer minuto, el show abrió con un cartel gigante: “Puerto Rico es una colonia desde 1493”. La multitud respondió con euforia, y durante la noche se cantaron letras críticas sobre la situación social, política y económica de la isla.

Una voz que resuena en el mundo

El impacto de Bad Bunny es total. Su último álbum, “DeBÍ TiRAR MáS FOToS”, despertó conversaciones globales sobre la identidad y los problemas de Puerto Rico. Según Andrea Figueroa, atleta y fan, “este álbum ha despertado una conversación alrededor de todo el mundo de nuestra situación como colonia”.

El show propone un recorrido visual y sonoro por la cultura de la isla: música folklórica como la bomba y la plena, vestimenta típica y hasta gallinas vivas en escena. Se suman cifras contundentes: 600.000 visitantes esperados, más de 186 millones de dólares para la economía local y más de 3.600 empleos generados según fuentes oficiales.

Cultura, identidad y esperanza

El efecto va más allá de la música. Las referencias de Bad Bunny impulsaron desde nuevos cursos universitarios en Yale y Princeton, hasta un renovado interés por el sapo crestado puertorriqueño, en peligro de extinción. Como dijo Abel Vale Nieves, ambientalista: “Crea un interés en la situación de Puerto Rico histórica y creo que lo hizo de una forma maravillosa”.

Bad Bunny recorrerá el mundo con este mensaje, incluyendo tres fechas agotadas en River Plate en febrero de 2026.