Por Fredy Bustos
Dicen que los niños recuerdan el mapa de los pasos donde la infancia los encontró felices. Es un dicho que me acabo de inventar y en el que me gustaría seguir creyendo. Esta es la historia de los niños que le dieron lugar al Hospital de Niños de la Santísima Trinidad. Es que donde hoy está el Hospital, antes hubo una villa que se conocía como la Bajada por la pendiente que toma la Pucará para morir en las vías.
La Susana, el Sergio, la Mary Salinas, el Carbón, la Ropa Mojada, la Burra, la Graciela, la Mónica Figueroa, el Kelly de la canción del Tío Kelly de los chicos Orly, Alicia y las hermanas Oyola, el Huguito, el Kiko Cisterna y así muchos más, hoy son niños de más de 60 y algunos ya no están.
En la década del 90 el viejo Hospital de Niños quedó sobrepasado por la demanda y sus pasillos, al lado de la flamante terminal de colectivos, debían buscar nuevo lugar. El futuro hospital debía ser construido cerca del nuevo Hospital San Roque y al lado del “nuevo” hospital Rawson (dato no menor el Rawson estaba en el lugar donde ahora está la terminal). Ahí desde vaya uno a saber cuál de las crisis de nuestro país creció una villa con la velocidad que las necesidades hacen rancho. Muchas de esas familias llegaron de algún pueblito del interior buscado progreso en la ciudad. “La gente del barrio no nos podía ni ver a nosotros que llegamos con carros y caballos” dice la Beatriz que le decían Ropa Mojada porque su papá vendía el agua para el barrio que no tenía red.
Muchos de ellos conocieron un baño con ducha en lo de unas monjas del barrio Maipú. Barrio coqueto que fue el cerro de la zona Sur cuando la exquisita avenida Sabatini se trazó para darle un ingreso moderno a la ciudad mundialista. Esta historia la cuento porque un día, en la otra punta de la ciudad frente al Club Villa Azalais, un hombre me dijo “Fredy, yo me junto con mis amigos de la infancia todos los años”. Sergio es un hombre amable y atento que me sorprendió cuando me dijo “nosotros nos criamos en el hospital de niños”. Dicen entre ellos que pueden caminar por dentro el hospital, hoy siendo abuelos, y saber dónde vivía cada uno dentro de esos espacios que hoy se llenan de camillas y doctores.
La Mary cuenta que los sacaron en la década del 70 con una posibilidad mezquina de tomar un crédito del viejo Banco Social para construir. Y de ahí la suerte estuvo echada para cual según sus posibilidades.
Los niños y sus familias se fueron desparramando por distintos barrios de la ciudad. “Fue muy duro como nos sacaron, encima era el tiempo de los milicos y también entraron y se llevaron gente. No nos dieron casas como hacen ahora, cada uno la tuvo que pagar”.
Estos niños se volvieron a encontrar como se encuentran los niños ahora, por wasap. La cadena fue imparable. “Hasta que un día decidieron juntarse, cuarenta años después” dice Sergio. Desde hace tres años se juntan en la casa de alguno. “Es una de contar y recordar cosas lindas y malas que pasaron en la niñez de tantas necesidades”.
Los sábados hacemos un programa de radio que se llama El Club del Vecino, y en el fin de semana del Día del Amigo se nos ocurrió hablar con esos niños de más de 60. Se acordaron de los juguetes inventados, de los piojos y de las picardías de la niñez en la villa que hoy es Hospital de Niños.